lunes, 5 de mayo de 2014

Clotilde García del Castillo: la mujer a la que tanto le debía Sorolla

Sello conmemorativo para la inauguración del Museo Sorolla, José Capuz (1932),
6,7 x 6,1 x 5cm (alto, diámetro y rehundido). Museo Sorolla, Madrid

Inseparable. Clotilde García del Castillo (Valencia 1863-1929, Madrid) fue la compañera de Sorolla en la gran aventura que fue su vida desde los quince años aproximadamente, hasta que el maestro falleció en su casa de Cercedilla en agosto de 1923, sobreviviéndole tan sólo seis años. Se puede decir claramente que fue ella la que le permitió a Sorolla desarrollar todo su potencial, facilitando su trabajo en todo momento y hasta posando para él innumerables veces en todas las situaciones que imaginarse uno pueda.

Retrato de Clotilde García del Castillo, Antonio García Peris (1886)

Hija de Antonio García Peris, uno de los grandes fotógrafos españoles del siglo XIX y toda una institución en Valencia, Clotilde conoció a Sorolla cuando este era un joven estudiante de la Academia de Bellas Artes de quince años, que iba a colaborar en el estudio de su padre iluminando parte de sus fotografías gracias a la recomendación que de él hizo su hermano José Antonio, según la versión más seguida. Los biógrafos del pintor suelen decir que pronto empezó el noviazgo, aunque las primeras obras en las que aparece Clotilde son de 1884.
Escena hogareña, Joaquín Sorolla (c. 1888-89), 13,7 x 25,5cm. Museo Sorolla, Madrid

No obstante, pronto se convirtió en el motivo favorito del pintor, retratándola muchas veces realizando tareas domésticas o leyendo, de manera que los dos estaban en silencio, cada uno en lo suyo. Hay que decir en ese sentido que Clotilde siempre fue muy celosa del silencio que Sorolla necesitaba para desarrollar todo su arte, por lo que educó a sus hijos para que no le desconcentraran, así como recibía a todos los visitantes a los que su marido había de retratar, siendo casi todos ellos grandes personalidades de la sociedad española de su momento.

Santa en oración, Joaquín Sorolla (1888), 78 x 61cm. Museo Nacional del Prado

También podemos ver cómo Clotilde llegaba a vestirse posiblemente de Santa Clotilde en esta obra que Sorolla realizó durante la estancia de ambos en Asís, momento de gran reflexión en su carrera, que le sirvió para tomar aliento después del gran fracaso de toda su carrera, que fue El entierro de Cristo.

Mi mujer y mis hijos, Joaquín Sorolla (1897-98), 160 x 150cm. Museo Sorolla, Madrid

Por si fuera poco, Clotilde le dio tres hijos a Sorolla: María Clotilde (1890), Joaquín (1892) y Helena (1895), a los cuales el maestro retratará, juntos y por separado, casi tanto como a su mujer. Es particularmente significativo que Clotilde criase a sus hijos sin dejar de cubrir en ningún momento las cuantiosas necesidades que generaba un artista de gran producción y fama internacional como Sorolla, a quien ordenaba toda su documentación, llevaba la economía doméstica y le enviaba urgentemente materiales si se encontraba fuera de Madrid pintando alguna de sus obras para la Hispanic Society.

Desnudo de mujer, Joaquín Sorolla (1902), 106 x 186cm. Colección particular

Incluso llegó a desnudarse para que su marido les rindiese un homenaje a ella y a la Venus del espejo de  Velázquez al mismo tiempo. No hace falta incidir mucho en que es un desnudo idealizado, pero cabe señalar que al pintarla así, Sorolla nos revelaba que Clotilde para él era su Venus, su diosa particular.

Señora de Sorolla in black, Joaquín Sorolla (1906), 186,7 x 118,7cm. Metropolitan Museum, New York

Clotilde fue a su vez la mejor divisa de Sorolla, pues a ninguna otra persona le hizo mejores retratos, siendo este una de sus obras maestras. Además, si nos fijamos al fondo, encontramos el cuadro de la Santa en oración que hemos citado anteriormente, que guardaban en la casa como testimonio de las dificultades superadas cuando Sorolla no era ni mucho menos un pintor de fortuna.

Paseo a las orillas del mar, Joaquín Sorolla (1909), 205 x 200cm. Museo Sorolla, Madrid

No hay que olvidar tampoco que la imagen paradigmática de la pintura de Sorolla es Paseando a las orillas del mar, donde su mujer y su hija mayor pasean por la playa llevando en sus vestidos el color que haría de Sorolla el pintor más exitoso de su generación. Nadie dominaba los blancos como él, nadie introdujo el viento marino y el sonido de las olas en las pinacotecas con esa sensación de vitalidad atemporal.

Clotilde y Sorolla, José DeMaría Vázquez/Campúa (atrib.) (1923), 26,2 x 24,5cm. Museo Sorolla, Madrid

Por desgracia para Clotilde, ella soportó el golpe más duro, que fue el ataque de hemiplegía que sufrió Sorolla en 1920 y que conllevó una lenta agonía de tres años hasta su fallecimiento en 1923. Desde entonces hasta su propia muerte, Clotilde trabajó para hacer de su propia casa en la actual calle del General Martínez Campos el museo que hoy conocemos, legando al Estado Español en su testamento (1925) su parte de la cuantiosa herencia pictórica que le había dejado su marido, gesto que aunque lógicamente no pudo ver cumplido en vida, nunca podremos agradecérselo como se merece. Ella es la verdadera ideóloga del Museo Sorolla.

Si tuviéramos que definir en una palabra a esta gran mujer lo haríamos con la palabra sacrificio, por el amor incondicional hacia Sorolla y lo que sus manos produjeron.

Clotilde con mantilla negra, Joaquín Sorolla, (1919-20), 180 x 120cm. Museo Sorolla, Madrid

Como conclusión, queremos citar un fragmento de una carta que Sorolla le envió a Clotilde desde Valencia en el mes de diciembre de 1907, donde define muy bien qué importancia tuvo en su vida:

"Todo mi cariño está reconcentrado en ti y si bien los hijos son los hijos, tú eres para mí más, mucho más que ellos, por muchas razones que no hay para que citarlas, eres mi carne, mi vida y mi cerebro, llenas todo el vacío que mi vida de hombre sin afectos de padre y madre tenía antes de conocerte, eres mi ideal perpetuo y sin ti nada me importaría mucho" (1)



(1)  VV.AA.: Epistolarios de Joaquín Sorolla. III. Correspondencia con Clotilde García del Castillo (1891-1911), carta nº 218, Anthropos, Barcelona, 2009, pp. 178-179.

Para más información, os remitimos a las siguientes fuentes:

-SIMÓ, T.: J. Sorolla, Vicent García Editors, Valencia, 1980, pp. 87-90.
-VV.AA.: Clotilde de Sorolla [Catálogo de exposición], Fundación Museo Sorolla, Madrid, 2012.

2 comentarios:

  1. Difícil es casi siempre convivir con un genio. En la mayor parte de los casos, la consorte pasa a un segundo plano, eclipsada por la gloria del esposo. En este caso, se da una perfecta armonía, donde el uno no es nadie sin el otro. Y eso se llama amor.
    Un saludo.

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  2. Buenas tardes, Cayetano.

    Esto de que el artista haga sombra a la pareja que le acompaña toda la vida es de lo más común. De hecho esto ocurre hasta cuando la esposa del gran maestro también es artista, como Clara Schumann, relegando esta su carrera por la del esposo.

    Posiblemente el único ejemplo en el que la personalidad de la mujer no se apague es la de Frida Khalo, que estuvo casada con el muralista Rivera. Está claro que el caso de Frida está fuera de toda norma.

    Muchas gracias por tu comentario. Un saludo.

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